LA MÁQUINA DE PRODUCIR:
La vivienda, a lo largo de su historia ha mutado en conceptos tanto morfológicos como funcionales. En el proceso evolutivo desde la caverna primitiva hasta la construcción moderna, la “Producción”, como hábito de vida estuvo ligada a la vivienda.
En algunos zonas de Europa, como Aliste en España, el sector de uso residencial se generaba en la planta alta, mientras que en la planta baja se daba prioridad a la crianza de animales o de algún oficio, “vivienda corral”. En Argentina, hasta no hace mucho tiempo, la vivienda se asentaba sobre el frente del terreno, quedando el sector trasero o “fondo” destinado a la huerta y la cria de animales para consumo propio.
Esta asociación histórica sumada a la actual, generan un gran debate sobre cómo deben ser las construcciones venideras y que papel social deberían tener, como _no solo ser un elemento físico, murario sin vida; sino un elemento vivo, dispuesto a mejorar nuestra calidad de vida, ser refugio , pero a su vez ser el primer proveedor de alimentos.
La insuficiencia de un circuito económico acentuado por la realidad del (COVID-19), deja a la vista que no se puede pensar un proyecto de vivienda social, sin estar ligado a la producción, tanto de alimentos como la producción de oficios. Por lo que se propone no solamente una “máquina de habitar” como Le Corbusier llamaba a su vivienda social, sino también una “máquina de producir” que comprenda y resignifique el paradigma y las necesidades actuales.